Son las primeras que se deben valorar, ya que son imprescindibles para que el resto de procesos cognitivos puedan funcionar con normalidad.
Si la capacidad para dirigir y mantener la atención no es suficiente, nuestra conexión con el entorno será deficitaria, y nuestra respuesta a lo que nos rodea él también.
En la evaluación se deben utilizar pruebas que exploren los diferentes componentes: desde la capacidad para dirigir el foco atencional hasta la habilidad para resistir las distracciones ya sean externas (ruidos, personas) o internas (propios pensamientos, preocupaciones).